Señor Maravilloso

Quizás porque ha llegado el momento de utilizar sensible, o tal vez porque hace unos días era hace unos meses y sin embargo esos meses sí han pasado y nos han acercado. Puede que porque a cuatro manos escribimos las mejores más particulares páginas de este libro comunitario que es el blog, pero en el Delta, mientras nadie encendía el fuego de la paella, te conté algo que llevaba por dentro mucho tiempo. Creo que es el momento de decírselo a ellos: no sé escribir.

Y digo que hace unos días era hace unos meses porque similar fue la conversación, en aquel caso hablabas tú, que derivó en tu uso del blog. Y vosotros, los que sí estáis, imagino que tendréis las mismas dudas, no os preocupéis, escribir está para arrepentirse. Y si no preguntadle a él

En realidad lo que no sé es escribir desarrollos, nudos. Por eso me he pasado el curso redactando introducciones, descripciones y barrabasadas. No sé si podré acabar algún día una novela, ya me cuesta suficiente leerlas, pero os aseguro que con la crítica informal soy el rey. No os preocupéis por lo que dejéis escrito, sed reyes de lo que sepáis.

Sigo escribiendo un rato para compensar el bochornoso momento mr.wonderful.

(Presentación sobre el Generator Project de Cedric Price. 2018)

Lo más difícil de escribir es reconocerse en lo que se ha escrito. Y no hablo de verse reflejado en un personaje sino de entender que fue uno mismo el autor del texto, con sus errores, formalismos y simplificaciones. Escribir siempre me resulta pretencioso. Muchas veces me pregunto si por ejemplo Melville, poco reconocido en vida, se sentía autor de su novela de 1851 o si, por el contrario, le resultaba más fácil verse escribiendo sobre Bartleby. 

Sospecho también que se trata de cierto miedo a exponerse. Puedo exhibir mi variado repertorio de tacos, mis días de angustia o mis ausencias y carencias. Las he asumido y hecho mías; da igual cómo se juzguen, yo las he juzgado más y sé qué son, pero no así con los escritos largos. Estos, a diferencia del tiempo, son difíciles de juzgar simultáneamente, no puedes desplegar todas las páginas y recibir su contenido a la vez. Esa forma de leer, sin principio ni final sino todo al unísono se me aparece muchas veces en la novela sudamericana, es un amor, pero por norma general una vez superadas las 100-200 páginas creo que se pierde el control de la totalidad. Empieza siempre una deriva que noto perfectamente cuando leo a los más grandes, hasta diría que por eso Monzó evita superarlas. Y es en ese preciso momento donde me pierdo. 

Hay infinitas novelas que son cuadros, imágenes cuasi estáticas de un momento. No sé si me interesan, pues aunque no exista la acción, sí existen acciones, y estas tienen consecuencias. Como aquel niño de mis primeros cuentos que hablaba en esperanto con las cucarachas, pues nadie se les había dirigido antes en dicho idioma. Estas, evidentemente, dejaban de entrar en su casa, ya que tampoco les suponía su petición una gran renuncia. 

En fin, todo el mundo está lanzado a escribir y publicar, buscando que vendan sus libros en el Consum o en los chiringuitos. 76.000 títulos nuevos editados al año, una p*** barbaridad, indistinguible entre tanto libro la calidad de la paja. 

Y mientras yo, que solo quiero poder acabarlo y mirarlo, pasado el tiempo, con la misma carita de bobo enamorao con la que miro nuestra presentación de Cedric Price.

Gracias Jorge por aquella excursión de éxtasis, caracoles y sensibilidad, por ella están estas palabras hoy aquí.

Comentarios

  1. La casualidad ha querido que hoy entrará aquí para leer sobre el tiempo, para poder explicarle "a otra". Poca cosa que decir, chinchin por los caracoles manzana.

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