Un tigre, dos tigres, tres tigres

(Architoon-Houston. TIGERMAN, S., 1983)

Aunque deshacerse en elogios hacia un ponente del que se ha sido profesor es casi como darse palmaditas en la espalda propia hay que reconocer que, discrepancias puntuales a parte, os han dado motivos de sobra para hacerlo. 

Dice Raúl (aunque seguro que no lo piensa siempre) que la humildad no está en la arquitectura, que nuestra disciplina no tiene moral. Dejando de lado lo discutible de la afirmación, lo que sí puede tener la arquitectura es humanidad. Y esta ha sido, precisamente, el éxito del ciclo de conferencias. Porque para traer estrellas ya están los jueves, pero nadie aborda nuestras inquietudes humanas mejor que nosotros mismos, y de eso, entendemos, iba esto. Es verosímil pensar que podrían ser una proyección de nosotros, contándonos que será jodido, pero que todo irá bien. Y sin embargo no ha sido exactamente así.

Hoy ha sido la primera conferencia en la que se ha hablado más directamente de algo que ha estado latente en todas ellas: de qué momento son hijos. Son hijos del Boom. La falta de certeza que a nosotros nos aborda al salir a ellos los abordó en otro momento, supongo que más jodido porque les tocó adaptarse, pero con la certeza ya de que estaban lanzados. Todos ellos empiezan en el hacer muy pronto, si no te paras a pensar en su contexto da la sensación de que vas infinitamente más retrasado. Efectivamente, aunque el ciclo funciona porque ellos podríamos ser nosotros, ya son otra generación.

Y no diré más pero creo que es algo que más o menos todos hemos notado. En ocasiones se ve en lo que hacen (salvando el personalísimo mundo de Geno) el reflejo de la arquitectura con la que se formaron, más que el de la arquitectura con la que nos formamos. No era una cuestión matérica lo de si la solera era de hormigón, nadie (y menos Jorge) cuestionaba las decisiones sobre el binomio exterior-interior, la pregunta era que por qué no se dejaba respirar más al suelo. Porque da Rocha está muy bien, pero no faltar al alumno que se atreve a cuestionar está todavía mejor... Y más cuando no (nos) sobran alumnos así precisamente.

Pero dejando eso de lado es fantástico el diseño de un ciclo en el que lo maravilloso sea el recorrido humano delante de la pantalla y no el mensaje formal en ella. Más fantástico todavía hubiera sido que se hubiera puesto el vídeo de Lola. Y que todos hubierais bailado con vuestros ex alumnos.

Eso sí sería cerrar un ciclo y dejar en la retina del asistente un mensaje claro: en la arquitectura puede no haber moral, pero hay personas. Y son estas las que importan. 

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