Del sueño y la cocina I
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¿Qué es una pregunta?
Mi problema principal con Marcuse es que, después de un acertadísimo y absolutamente vigente análisis sobre la condición del trabajador occidental tras la II Guerra Mundial, se niega a reconocer las necesidades impuestas por el sistema como propias del individuo. Por supuesto habla de la identificación del individuo con dichas necesidades pero, no obstante, realiza una dicotomía, en mi opinión simplona, con respecto a ellas. Con una soberbia propia de quien se sabe meditado clasifica las necesidades en verdaderas y falsas con una claridad más típica de la filosofía clásica que de un individuo moderno. Y creo que es esta relativa anacronía la que, a largo plazo, ha dejado en fuera de juego al marxismo europeo.
No importa que sea más que razonable y hasta evidente que hay necesidades ajenas al individuo que le son impuestas desde factores externos a cambio de una felicidad y una identidad social. La cuestión es qué clase de privilegio permite arrogarse el derecho de analizar al individuo sin el contexto de su sistema económico. Y es aquí donde empiezan mis dudas, porque en el caso del formalismo literario en las vanguardias rusas se entiende que podemos objetivar en tanto que se trata de un objeto material. La calidad de la literatura existe por su propia estructura, existe la crítica por ella misma. Y, sinceramente, sí existe una estructura organizativa del hombre y sí son una realidad material las condiciones de vida del proletariado. Entonces, ¿por qué me niego a que se pueda analizar y criticar a lo humano como se realiza con lo producido por él?
Creo que la principal diferencia entre el conservadurismo y el progresismo es la capacidad de creer en una utopía. Podremos disentir luego de cómo alcanzarla, de si ha de ser un gran salto, una gradación o la espera a que los medios tecnológicos sean suficientes para la supresión del trabajo (Marcuse creía en los 60 que ya lo eran, hoy lo creo yo...). La cuestión es que es casi pecaminoso pensar que el ser humano vive en la máxima libertad y expresión humana en la que puede vivir. Y esa es al final la sociedad ideal que perseguimos. No es la horizontalidad ni la colectividad, dichas ideas son herramientas necesarias para una sociedad que debe liberar al hombre de cargas ajenas para que se eleve, por sí mismo, en su autorealización. Y ya estamos, otra vez, juzgando el deber individual.
¿Y qué hay de quién prefiere una autorealización guiada? Quizás es porque no conoce otra cosa. ¿Quién iba a optar por vivir bajo los gustos de otro pudiendo elegir los propios? Y si aceptas los ajenos ¿no son ya estos igualmente tuyos?
Dice un amigo que la falta de caldo no se suple con sufrimiento sino con la decisión de tomar un libro. Tendrá que ser en esta ocasión un buen recetario, pero nada mejor que una buena sopa alrededor de la cual reunirse.
Pero al final, como dice Lucía, cada uno que piense lo que quiera. Yo espero que el Viernes a las 11.00 sea como una cocina.
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