De la magnitud y lo humano III

 
(Figura en forma de curz con manos alzadas. K., MALEVICH)

¿Qué pasa con los corredores?

No te permiten desplegar del todo los brazos y miden menos de lo aconsejable para un cruce cómodo entre dos personas. De hecho, si lo lleváramos al extremo, y todos hemos estado en dicho extremo, uno ha de retroceder para que avance el otro. Son un espacio que, en caso de existir, el arquitecto trata de esconder o matizar, por eso nadie les dedica una sección más allá de la transversal y precisamente esta es ridículamente estrecha, casi una provocación al dimensionado. 

Ninguna habitación, si es que esta lo es, es tan abiertamente insultada por quienes cuentan con ella (y eso que las ofensas a la sala de baños son más que notables). Y, no obstante, ninguna otra habitación, sí, esta lo es, puede extruirse hasta el infinito sin perder su sentido. Una vez ubicas la cama, el escritorio y la armariada, ¿para qué quieres más metros cuadrados de dormitorio? 

Se tiende a explicar que el problema es el ancho, que si es suficiente como para "sacar una mesa" el corredor parece estar, Hertzberger mediante, algo mejor. Pero empiezo a sospechar que no es una cuestión de ancho, sino de alzado. El corredor cobra sentido cuando se le dedica una sección longitudinal y en ella se proyecta, una vez más, la actividad humana. ¿Qué usos puede tener una sala infinitamente larga? ¿Qué ritmos puede ofrecer?

Creo que el corredor es la única habitación que merece ser terminal, porque su relevancia es sin duda en sección, porque su forma únicamente puede favorecer el juego: batirse en duelo, danzar, jugar a la pelota o tirar de una cuerda. Qué bien está cuando paseas por el parque de atracciones de Chenonceau y llegas a la sala sobre el río y es un cul de sac. Y nadie entiende qué sucede y por qué debe volver. Y entonces suena la música, y cruce de pies con los que van en busca de la misma decepción, que no es más que la sorpresa ante un corredor bien realizado.

(2019)

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