Programa para dormir

(Traslado, 2018)


"Voluntarios solo hubo dos: el Redentor y Judas. Este arrojó las treinta pieza que eran el precio de la salvación e inmediatamente se ahorcó. [...] La Secta los venera por igual y absuelve a los otros" (La Secta de los Treinta, BORGES, J.L. en El libro de arena, 1975)

"La reconstrucción del Pabellón de Barcelona de Solá-Morales es falsa, una gran mentira. Una teatralización que liga su nombre a un proyecto que no es suyo. Y por supuesto no digo todo esto por la cuestión del "falso histórico" y otros falsos debates, lo digo porque el Pabellón de Mies nunca fue desmontado. 

Según he podido saber fue, de hecho, trasladado. Desplazado, íntegro, a un no lugar donde una pareja, hace años, decidió habitarlo. ¿Cómo lograron llevarlo ahí? Es un misterio. ¿Quién pagó tan costosa operación? Probablemente nosotros, quizás, he leído, con alguna ayuda externa. 

Desconozco cómo fue su vida allí; supongo que la pareja tuvo hijos, que el prado de flores dejó de ser plantado y que, con el tiempo, dejaron de mover los maceteros y el cuadro. Supongo también que un día, tras una larga jornada de trabajo fuera, una de ellas no volvió. Y debió ser entonces, elucubro, cuando, ya demasiado mayor para sentarse en el suelo y observar los planos de Kandinsky Mies, devolvió el Pabellón a su sitio.

Tras ello he hallado algunas claves que permiten intuir los hechos: un Ayuntamiento más preocupado por cómo explicar la vuelta del Pabellón que por dónde vivirían sus antiguos ocupantes creó la falsa historia de la reconstrucción. Fue así (¿y no de otra forma?) como A dejó en Barcelona parte de sus objetos. Y debió ser por esa infancia que su hijo, C, ama la literatura por encima de la pintura y que se muda al opuesto del no lugar. Aunque en él vaya a tener las otras piezas de la casa de sus madres."

(Cabanyal domèstic, 2018, València)

Creo que conviene asumir, con toda humildad y serenidad, que no vamos a ser la solución al barrio. No somos un proyecto de 10 viviendas y equipamiento ni somos (ni era aquel) los representantes de la lucha vecinal. Por mucho esfuerzo plástico (curvas junto a la palmera) o social (patios abiertos) que realicemos no podemos creer que nuestra mera voluntad da solución a un conflicto mucho más trascendente. Ahora bien, no me cabe duda de que tenemos el deber como arquitectos de ser parte de ella. El mero mantenimiento de la esencia del barrio, que la compañera resumió como "Barrio de casas", ya es una cierta solución a la sangría especulativa. Colmatar el solar es tapar al fin la herida que abrieron los buitres y que manchó de sangre, dice Jorge, el dibujo de Lucía. Y con esa actuación va además la esperanza de ampliar la propia esencia, de que esas «casas» que componen el barrio no sean de familias sin relación sino parte de un modelo de más nobles aspiraciones. Porque sí, en arquitectura hay que aspirar, soñar y quitar las vallas.

Es una idea sencilla, básica quizás. Me sé de otros lugares donde no les importa el emplazamiento; ellos no se hubieran bloqueado. ¿Por qué nos está costando arrancar? Porque somos del aula que somos, porque soñamos en rojo y queremos abarcarlo todo; porque ponemos personas en nuestros planos. 

Lo de hoy sirve para arrancar. Me da un respiro, me reubica en el programa. Al fin y al cabo, ya tenemos inventario de la abuela, Hockney mediante.

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