Rutina

(Morado Semáforo, 2018)

Ciertas historias empiezan con un cuando. Suelen estar cargadas de pretensión. Incluso aunque luego hablen de un despertar junto a un dinosaurio. Otras historias, quien sabe si ciertas, hablan del surrealismo de lo común. Incluso aunque luego solo sean de la añoranza del mismo y vengan en forma de articuento.

Cuando vives en un barrio colmado de casas de apuestas y bloques de los 60, un barrio de verdad (de la verdad tras el neoliberalismo, para ser concretos), es fácil memorizar anécdotas. Anécdotas como que puedes aprovechar el paso del tranvía del que sales para cruzar en rojo el primer semáforo y así llegar en verde a los dos siguientes o como la noche (esta) en la que un señor colgó una silla del aire acondicionado de un bajo sin nadie filmándolo atónito.

Y uno ya no sabe qué es lo surrealista.
Al menos podrían cambiar el color de los semáforos algún día.





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